La taberna Oliveros fue fundada en 1857. José Manuel Oliveros lo adquirió en 1922 y reformó el local dotándole de su bonita fachada de azulejos, creada por Fidel Blanco, con un slogan que la hizo famosa: "Para comer bien y barato, san Millán 4" acompañado de un cocinero cortando un jamón.
Cuenta Carlos Osorio que durante la postguerra las autoridades hicieron tapar el cartel que conmocionaba a los famélicos madrileños.
Taberna Oliveros en los años 70 |
Para saber más de la historia de la taberna podéis visitar el blog de Antonio Pasies.
Para beber: una cerveza y un mosto
Tapa gratis: canapé de crema de atún con aceituna
Raciones pagadas: Bacalao rebozado
Total: 9,3 euros
Otras raciones: Callos, fabada, cocido madrileño, tzabaza (una mezcla de callos, garbanzos y fabes) y de postre Paponzuelos, bizcocho de nata, crema pastelera y azúcar quemado.
El local es encantador, merece una visita para conocer su fachada y los bonitos azulejos del interior. Sin embargo el bacalao sólo lo puntuaría con un aprobado.
Establecimiento: Mediano, con barra y un salón interior con mesas
Teléfono: 91 354 62 52
Hay que celebrar su pervivencia. Que siga así muchos años más.
ResponderEliminarEso espero detectives salvajes.
EliminarA esa presentación del bacalao se llama soldaditos de pavía, supongo que ya lo sabes, por un famoso uniforme militar. Yo he estado allí cenando (hace mucho) y me encantó el sitio, el trato y la comida. Es de esas tabernas madrileñas con espíritu digamos galdosiano.
ResponderEliminarSabía que se llamaban soldaditos de pavia pero no que tuviera que ver con el uniforme ¡gracias por la info y felices fiestas!!!!
EliminarAun haciendo la digestión del cocido http://pinterest.com/pin/374009944030000698/?s=3&m=notas
ResponderEliminarUn tema "divertido" para discutir:
ResponderEliminar"Ayer a las dos y medía de la madrugada, en una taberna establecida en la calle de San Millán número 4, varios individuos harto cargados de alcohol, discutían si una sociedad de enterramientos era mejor que otra. El tema no podía ser más alegre ni más a propósito para unos borrachos. La discusión se fue enconando y de las palabras pasaron a los hechos saliendo desafiados a la calle y momentos después uno de ellos llamado Juan G. Arana, de veintiséis años, soltero, empleado, caía a tierra herido. Le condujeron a la Casa de Socorro de la Inclusa, donde reconocido por los médicos, le apreciaron una herida en la región hipogástrica, otra en la región inguinal derecha, otra en el muslo izquierdo, otra en la región glútea y dos en el muslo derecho, calificando su estado de pronóstico reservado"
EL LIBERAL 04/08/1920